5.
No quería salir del piso en mi vida. Estaba segura
de que podría vivir tranquilamente aquí sin tener que ir a ningún lado.
Pero desgraciadamente tenía que ir a clase y ni toda
la vergüenza del mundo iba a apartarme de poder terminar la carrera. Ya quedaba
muy poco para terminar y no iba a tirarlo por la borda.
No podía hacer nada para evitar verlo en clase. Pero
en el edificio era otra cosa.
Todavía recordaba lo que había pasado en su cuarto.
Como me tocaba, como me besaba… dios el sabia besar.
Era injusto, no podía quitármelo de la cabeza y él
se veía tan fresco como siempre. Ese mismo día lo escuche salir de su piso, y
ayer por la mañana y por la tarde también. No ha decidido agobiarme, lo cual
está bien. Pero no sé si realmente no quiere ser un pesado o está pasando de
mí.
Fue bochornosa la manera en la que salí corriendo de
su cuarto. Paula no para de pedir disculpas, pero ella no tiene que disculparse
por nada, a la que se le fue la pinza fue a mi… y a él, por que definitivamente
yo no estaba sola en esto.
No tenía ni idea de todo lo que se podía fantasear
en tan poco tiempo solo con unos cuentos besos y algunos frotamientos…
Definitivamente Adair me volvía loca. Cada vez que lo recordaba músculos que no
sabía ni que existían se apretaban con placer. No podía evitarlo, me ponía muy
caliente.
El trabajo lo terminé como pude, inventándome la
mitad de las cosas. Tendría que hablar seriamente con la maestra. Al comparar
mi trabajo con algunos de mis compañeros de clase me di cuenta de que no se
parecían nada. Mercedes iba a tener unas palabras conmigo.
La noche del martes no dormí, solo pensando que en
pocas horas lo vería y que encima tendría que tocarlo.
Cuando llegue a la universidad como ya había
esperado Mercedes me dio una charla bastante curiosa. La gracia fue que su
consejo era que le pidiera ayuda a Adair en todo lo que no entendiese. Tenía
ganas de gritarle que ya había intentado eso y no había terminado muy bien…
bueno había terminado bien, pero no en sentido académico.
En el momento en que Adair entro a clase, sentí como
si tiraran de mí. Mi piel se calentaba y mi interior ardía nerviosamente.
No deje de mirarlo durante todo el camino hacia mi.
Mientras Mercedes comenzaba con las explicaciones
Adair me subió a la camilla y se puso entre mis piernas. El corazón se iba a
salir del pecho.
Llevaba unos pantalones cortos sin medias y una
camiseta básica bastante ajustadita (y con escote). Sí, me había vestido para
la ocasión, tenía que reconocerlo. Me devoró con la mirada, con tal intensidad
que tuve que contener un jadeo. Puso sus manos en mis muslos, me dio un apretón
para relajarme. Pero en este momento estaba de todo menos relajada.
Se dio la vuelta y prestó atención a lo que estaba
diciendo Mercedes, aún apoyado en mis piernas. No conseguía descifrar que
pasaba por su cabeza. Pensaba que nuestro encuentro iba a tener más
conversación, me imaginaba de todo menos que estuviera tan callado.
Me quede embobada mirando su espalda, memorizando
cada detalle de su nuca y hombros. Me gustaba mucho. El encuentro de su cuarto
ni hizo otra cosa que aumentar el deseo que sentía por él.
¿Adair sentirá lo
mismo?
En algún momento Mercedes termino la explicación y
yo volvía a mirar ese par de ojos que me tenían loca.
Trazó una línea con sus pulgares por la cara
interior de mi muslo, casi llegando a mi intimidad.
—Lamería con mi boca todo el recorrido que están
acariciando mis manos. —Inspire bruscamente ante la ola de placer que me
provocaron sus palabras. — Cada vez que te veo me acuerdo de cómo sabes, de
cómo respondes a mis caricias, de lo dura que me la pones. Te follaría en esta
camilla enfrente de toda esta gente si me lo pidieras.
Se lo quería pedir, Dios yo solo quería decir que si
a todo. Apoye su frente en la mía.
—Quiero besarte, —jadee. — Quiero terminar lo que
empezamos en otro día. Me da igual que no sea éticamente correcto. Solo una
vez, tu y yo.
No pudo ocultar el placer que le dieron mis
palabras. Yo podía hacer esto. Podía acostarme con él una vez y dejarlo estar.
Ya no era una niña. Sabía lo que quería, y lo quería dentro de mi. Nunca pensé
que eso fuera posible. Pero también estaba asustada.
Me alteraba mucho y eso era algo que no podía pasar
por alto.
—Por el momento vamos a torturarnos. Túmbate y
empecemos los ejercicios.
Y eso fue exactamente lo que hicimos, torturarnos.
Se sentía también tocarlo como ser tocada.
La clase termino y a mí me quedaba todavía una larga
mañana por delante.
—Esta tarde voy a tu casa—, me dijo antes de irse.
Esa frase resonaría en mi cabeza todo el día. Me
perseguiría varios meses estaba segura.
—No te lo tomes a mal…—dijo Tatiana, agarrándome del
brazo. — Pero ¿por qué casi os violais Adair y tu frente a toda la clase?
—No sé de qué me hablas, —conteste rápido intentando
controlar mi sonrojo.
—Vamos por favor, —se quejo Jolie. —A nosotras nos
lo puedes contar.
—No hay nada que contar.
—Gabri, en serio, — los ojos de Tatiana me
atravesaban. —No se lo vamos a decir a nadie.
Por un momento estuve tentada a contárselo todo.
Pero es que no sabía bien que contar.
¿Qué les digo? Que da la casualidad de que el único
hombre que me pone es mi vecino además es algo así como mi maestro. Que
planeaba tirármelo esta tarde. Al final si tenia algo que decir pero mejor me
callaba. Siempre podía desahogarme con Paula que ya lo sabía casi todo, o con Sonia
y Azahara.
Tras esquivar el interrogatorio de mis compañeras,
nos dedicamos la mayor parte de la mañana a avanzar trabajos y poneros al día
con los avances y la practicas.
Llegue al piso cansadísima. Me eche una siesta
que parecía un coma y después comí. No solía saltarme la comida de esa forma,
pero estaba molida. Eran ya las siete de
la tarde cuando termine de fregar y organizar mi cuarto.
No fue hasta que escuche la puerta del vecino cuando
me acordé “Esta tarde voy a tu casa”.
Al parecer la frase si se me podía olvidar.
Me metí a la ducha corriendo.
—Paula me voy a duchar, — avisé.
—Vale, yo ahora me voy con unos amigos. Cuando
salgas no estaré.
—Vale, — ¿sabrá algo?
Me desnude y abrí el grifo. Por suerte ya estaba
depilada de los sitios que tenía que estar, por lo que no tardaría mucho. El
hecho de que no hubiese venido antes me tenia inquieta, ¿Le habrá pasado algo?
¿Se habrá olvidado?
La puerta del baño se abrió. Paula se había vuelto a
olvidar de algo.
Escuche como
se cerraba al instante. Lo que no esperaba para nada era ver a Adair desnudo
metiéndose en la ducha conmigo.
—¿Qué haces? ¡Sal de aquí! — intente taparme con la
cortina.
—Me voy a duchar contigo, —dijo pícaro. —He venido
cansado del trabajo. ¿Te apetece frotarme la espalda?
—Sal de aquí. Ainss por dios, —me tape la cara con
las manos.
—Paula no sabe que estoy aquí, —susurro acercándose.
—Qué, —lo miré mal. —¿Ahora traspasas paredes?
—No, pero va a salir con mi hermano y cuando me he
enterado de que estabas duchándote no he podido evitar entrar.
Se acercó a mi sonriente. Yo mientras luchaba con la
cortina para taparme. Levante el pie y lo puse contra su estomago. Se sentía
suave.
—¡No te muevas!, ¿y tu ropa? —mire fuera.
—Me he tomado la libertad de meterla en el canasto, —
contestó como si nada. Estaba muy nerviosa.
— ¿Sabes? No tienes por qué informar a tu hermano de
cada vez que nos vemos. Tampoco le interesa a Paula. —No quiero perjudicarte si
alguien se entera de que eres mi maestro, pensé.
—Héctor no va a decir nada y Paula no lo sabe.
—No estoy segu…
—Gabri, entro un momento que se me olvida el rímel.
Mire a Adair, no me lo podía creer. ¿Qué le pasaba a
Paula? ¿Por qué tenía que entrar siempre cuando estaba a solas con él?
Solté la cortina de ducha y la corrí para que
abarcara toda la bañera. Agarre a Adair del pelo, ignorando sus quejas y
prácticamente lo obligué a tumbarse en la bañera.
La corina era fina y se trasparentaba toda la
silueta. No quería arriesgarme a que Paula lo viera.
Paula entro como un terremoto. Antes de que Adair
protestara dirigí el chorro de la manguera a su cara obligándolo a callarse.
Paula comenzó a hablar, mientras Adair luchaba por
huir del chorro de agua para no ahogarse. Sinceramente no le estaba haciendo
caso a Paula.
Aparte el chorro de la cara de llena de muecas de
Adair. Lo mire suplicándole que se callase. Milagrosamente me hizo caso.
—… hora llegare. No cierres con llave la puerta. Por
cierto…— La mano de Adair me distrajo del parloteo de Paula.
Miré hacia abajo. Estaba gloriosamente desnudo, y
muy contento de verme. No sabía que su alegría pudiera ser tan grande. Lo tenía
demasiado cerca.
Su mano subió acariciando mi pierna. Sentándose un
poco, me agarró sutilmente del culo obligándome a dar un paso hacia el.
—… ¿vale Gabri?. — Sus dos manos abarcaban mi
trasero, masajeándolo y acercándome más a él. No podía dejar de mirarlo. Sentía
un cosquilleo alucinante por todo mi cuerpo.
—¿Gabri? — di un pequeño salto por la sorpresa
cuando escuche a Paula. Adair acercó su nariz a mi sexo, apoyando su frente
bajo mi ombligo. Mis manos fueron instintivamente a su cabeza. Trague fuerte
mientras el inhalaba mi olor.
—¡Muchacha!, — se quejó Paula.
—Que sí, que sí. No te preocupes, — contestes como
pude. Todo mi interior se estaba fundiendo.
—Pues me voy, —y escuche el portazo.
Todo se volvió locura. Adair me cogió la pierna y la
puso sobre su hombro. Apoyé las manos en la pared de enfrente. Ni siquiera pude
sentir vergüenza por el gemido que deje escapar. Era lo mejor había sentido en
mi vida.
La lengua de Adair toco mi clítoris haciéndome
perder la cabeza. Lamió, beso y mordisqueó todo a su paso. Sentí su lengua
tentando mi entrada, la sensación era devastadora.
Con una mano en su pelo y la otra en la pared para
no caerme, balanceé la cadera. No sabía que se pudiera sentir tanto.
Con los pulgares, abrió los labios de mi sexo dando
lentos y constantes lametones. Las piernas me temblaban. Estaba a punto de
llegar a algo, a algo grande. La manguera de la ducha quedo olvidada en algún lugar
en el suelo de la bañera. Mi respiración se atasco cuando introdujo un dedo en
mi interior, y ya no pude más. Todo se volvió borroso, todo placer.
—¡¡Aaah!!
Me corrí, duro y fuerte contra él. Ni siquiera
estaba segura de si podría volver a tenerme en pie. Toda yo me sentía gelatina.
Supe con toda seguridad que necesitaba volver a
sentir algo así, tan bueno que me hacía perder la cabeza. Pero esta vez quería
que el también lo sintiera.
Los rápidos latidos de mi corazón resonaban por todo
mi cuerpo. Mis pechos se sentían pesados y sensibles. Estaba medio mareada.
No supe muy bien como llegue a mi cama. Cuando abrí
lo ojos me encontré directamente con los de Adair, que con la mirada encendida,
y colocándose encima de mi, dijo;
—Ahora vas a ser mía.
Hola¡¡ Lo siento por haber tardado tanto en subir capítulo¡ me fue prácticamente imposible escribir antes¡
La cosa entre Adair y Gabriela esta muy interesante... y lo que queda¡
Espero que os haya gustado¡
Bss (L)
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