jueves, 5 de marzo de 2015

Capítulo 2. (Esto no tiene nombre) (+18)

Llego tarde a la universidad. A una clase que se suponía que era una presentación. Pues no, teoría con practica al final. Menuda mañanita, si lo sé, me quedo acostada en mi camita.

El problema de faltar el primer día de clase como hice yo ayer es que si la asignatura que te pierdes es de parejas no puedes elegir y te toca con el maestro. En este caso toda mi clase tenía ya pareja. Y al ser dos maestro en clase me iba a tocar con uno de ellos seguro. Y encima clase práctica y una de las más difíciles. No tenia examen final, pero si había que hacer tres trabajos de investigación jodidisimos. 
La clase la impartían dos chicas según me habían dicho mis amigas y compañeras de clase, Jolie y Tatiana.
 Estaba jodida.

De camino al piso me plantee volver a pasar por el gimnasio, ya que el otro camino era bastante más largo. Pero era demasiado cabezona para volver a pasar por ahí y darle el gusto a Adair de que me dijera algo (en el caso de que todavía estuviera en el gimnasio)

Vivía en un primero con entresuelo, se podría decir que era un segundo por eso siempre subía por las escaleras.
Lo primero que vi fue la mesa del café exactamente donde esta mañana. Enfrente de mi puerta. Lo segundo era que había el doble de muebles en el pasillo que otros días.

Un poco chamuscada por todo, fui derecha a la puerta del vecino a cantarle las cuarenta. Hubiese imaginado todo tipo de cosas. Desde que me recibiera un niño pequeño, a un anciano o alguna ama de casa cuarentona.

Pero no, lo que me abrió la puerta fue un hombre moreno en calzones al cual yo no podía dejar de mirarle el paquete. Su piel era morena, debería de medir sobre uno-ochenta,-largo-, y tenía cuerpo de atleta.

No paraba de pensar que parecería una pervertida, pero joder, al verle la cara me había dado cuenta. Yo a este hombre lo había visto desnudo, yo lo conocía.

   ¡Eres actor porno!, — grite nada más me abrió la puerta. No le di ni tiempo a hablar.
Me ruboricé de golpe. Toda la sangre agrupándose en mi cara. Cada vez la liaba más. El chico extendió una sonrisa típica de un depredador en su cara. Volví a darle un repaso de arriba abajo. Sabía lo que guardaba en esos slips.

No es que yo viera mucho porno, si había visto algo, pero no me gustaba.
A este chico lo conocía por culpa de Carlos y Manuel, lo novios de Sonia Y Azahara, que en uno de nuestros “jueves universitarios” para hacer la gracia alquilaron una película X. No es que nosotras quisiéramos verla, pero con una botella de tequila te daba igual ver porno que una película de miedo.

   No estoy acostumbrado a recibir fans en la puerta de mi casa, —dijo extendiendo la mano. — Soy Héctor, tu nuevo vecino.

Mirándolo un poco alucinada le di un apretón a su mano. Y fui a explicarme corriendo.
    N…no es que yo vea porno. Es decir, que a ti te conozco por que unos amigos pusieron una película de broma y cómo íbamos…

   No hace falta que me des explicaciones, — me cortó antes de que pudiera decir algo más —. Si soy actor porno, y tu eres una mujer muy guapa que ves y haces con tu cuerpo lo que te da la gana, ¿verdad?

Asentí, pues no sabía que mas decir, lo había clavado el tío. Intente dejar a un lado las ganas de continuar explicándome y por fin le dije lo que había venido a decir.

   ¿Podéis recoger los muebles que están en la escalera? No puedo pasar al piso…
Señale la mesa delante de la puerta de mi piso.

Hector, ni corto ni perezoso, salió al pasillo tal cual iba y retiro la mesa. Yo sabía que en el culo llevaba un tatuaje de un sol, recordaba eso. Tenía un problema serio. Se me iban los ojos, pero no porque me gustase, si no porque sentía curiosidad ¿seria así de bueno en la cama como se veía en la película? ¿Sería todo eso verdad? ¿Sería la película siquiera como yo la recordado o el tequila había echo de las suyas?

   Lo siento, —dijo. — esta tarde ya terminamos la mudanza. Está todo un poco manga por hombro. —Sonrió.

   No pasa nada, — dije, pues no sabía que decir.

Metió la mesa en su casa, pero yo ya no lo estaba mirando a él, estaba mirando al otro hombre que estaba apoyado en el marco de una puerta al final del pasillo de su casa.

   Hasta luego vecina, — dijo Hector.

   Hasta luego leona, —dijo Adair detrás de él como si nada.

Me quede en medio del pasillo un rato, mirando la puerta con los ojos como platos. Esto ya era la ostia. Por lo visto el día iba a ser redondo.

Ya dentro de casa y con la comida echa, Paula no paraba de parlotear a mi alrededor, por lo visto ya había fichado a uno y estaba preparada para atacar. Yo todavía no acababa de entender que con mi edad no pudiera ser ni la mitad de desinhibida que ella.

Por mi parte, mi cabeza iba a toda leche. Tenia de vecinos a un actor porno y a un macho-men del gimnasio. No sabía ni como, pero ahí estaban. ¿Serán gays? Me pregunté.
Con la cabeza como un bombo decidí serenarme e intentar pensar en todo lo que había pasado esta semana y eso que estábamos a martes. 

Había perdido un día de clase, había conocido a un hombre que me provocaba de una manera extraña, había dado la clase más pesada de la historia y tenía a un actor porno viviendo enfrente; con el tío del gimnasio que me provocaba cosas raras...

   Gabriela estás empanada. Estas peor que Anuska recién levantada, — rio Paula.

   ¿Has llegado a ver a los vecinos? — le pregunté de repente.

Me cogió del brazo y me miro con ojos soñadores.

   ¿¡ Que si los he visto!? ¡Para no verlos!. Me pido al rubio que va todo el día en calzones. — Rió Paula.

Termine por reírme con ella, y me plantee decirle la profesión “del rubio” a ver que le parecía, aunque a pesar de conocerla poco, estaba segura de que le iba a encantar.

Me había dejado a Adair a mí, ya que ella se había pedido “al rubio”. Algo saltó en mi interior. Iba a verlo más a menudo, siendo vecinos como éramos. Pero no solo iba a verlo a él, si no a Hector también. La verdad es que el año se presentaba interesante.

El día pasó tranquilo. Por la noche, después de hablar por Skype con mi hermana, mi madre y con Sonia y Azahara, yo y mis dos compañeras de piso pusimos una película romanticona. Llorando las tres como magdalenas (y eso que Anuska apenas entendía la película) nos quedamos durmiendo en el sofá.

Al día siguiente con un dolor de cuello importante por dormir retorcida, salía ya del piso camino a la universidad. Hoy tenía tres horas de la clase práctica que me había perdido el lunes. Madre mía que tostón.

Con unas medias, una falda ajustada y unas botas negras y un jersey fino y ancho, marrón claro, salí del piso.

Hoy teníamos que dar masajes en los bíceps y tríceps, por lo que debajo me había puesto una básica blanca de tirantes.

Mi puerta y la de detrás se cerraron al mismo tiempo. Me di la vuelta en el pasillo y ahí estaba Adair. Más guapo todavía que ayer. Vestía un pantalón de chándal negro más ancho por la parte de los muslos y bastante más estrechos llegando a la pantorrilla, combinado con una sudadera gris. 

Sinceramente, acababa de conocer el significado de la palabra deseable.  Estaba para comérselo, con el pelo recién salido de la ducha y con cara de sueño. No entendía lo que me pasaba con él, y eso me daba mucha rabia.

   Buenos días, — dijo dándome un repaso con la mirada.

   Hola, — conteste. Me sentía muy tímida y eso no era propio de mi.

   ¿Vas a la universidad? — dijo toqueteándome un rizo con toda la confianza del mundo. — Te puedo llevar si quieres, tengo el coche abajo.

Retire mi cabeza y me hice para atrás. Por algún motivo hoy había decidido ser amable conmigo. No me gustaba que fuera tan amable, me hacía pensar demasiado.

   No gracias, — rechacé su oferta. — Voy andando, es más sano.

Un toque de sarcasmo lleno mi voz. No quería que sonara así, pero ya era demasiado tarde. Mi cabeza estaba dispuesta a hacerle la guerra a Adair mientras mi cuerpo pensaba otra cosa totalmente distinta.

Bajemos las escaleras en silencio. Me estire para coger el picaporte de la puerta para salir a la calle. Estaba híper consciente de donde estaba él y donde estaba yo, de mi manera de andar y de todos mis defectos. Cada vez que lo veía me convertía en un saco de nervios.
Al abrir la puerta me choque con su espalda. Juro escuchar como inhala mi perfume, pero estaba tan distraída con el calor de su cuerpo que la cabeza de daba vueltas. Lo veía todo surrealista. Me gustaba demasiado, me provocaba mucho.
Salí de allí tan rápido como pude.

   Hasta luego leona, — gritó a mi espalda.

   Hasta luego moreno, — dije de vuelta.  La verdad, no podía haber encontrado un mejor apodo para él.

Ya en la universidad, con una señora cincuentona y con muy mala leche de maestra, nos trasladamos a la parte de las salas, donde estaban las camillas para hacer las practicas.

Mercedes, que así se llamaba mi maestra, me había adoptado de tal modo que, mientras que ella daba clase yo tenía que permanecer a su lado. Nada me daba más vergüenza que estar delante de toda mi clase mientras ella me usaba de conejito de indias. No me hubiese imaginado que al decirle que no tenía pareja me iba a ocurrir esto.

Veía como Jolie y Tatiana me animaban desde la primera fila de camillas. Pero pocas cosas me animabas ya.
Mercedes me sentó en la camilla, apretando mis bíceps fuertemente, simulando lo que se tenía que hacer en caso de que el paciente tuviera nudos en esa zona. De repente un escalofrió me recorrió el cuerpo.

   Toma, practica con ella y enséñale que voy a ver como lo hacen los demás, — dijo Mercedes.
Una mano muy grande tomó mi delicado brazo.

   No se preocupe, yo me ocupo de ella.

Estaba segura de que en ese momento la sangre abandonó mi cara. Estaba blanca como el papel ¿Qué hacía allí Adair y porque me tenía que dar un masaje en el brazo delante de toda mi clase? O Dios… después tenía que dárselo yo a él.

Sensaciones desconocidas sacudieron mi cuerpo, me sentía nerviosa y excitada al mismo tiempo.
Esto cada vez era más surrealista. Parecía que algo o alguien estaba dispuesto a meter a este pedazo de hombre en mi vida. Y yo todavía no estaba dispuesta a dejarlo entrar.



Hola¡ espero que os haya gustado¡¡ Comentar¡ (L) 


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